Después de las tormentas
¬ Augusto Corro jueves 26, Sep 2013Punto por punto
Augusto Corro
Las tragedias que dejaron las lluvias torrenciales en gran parte del territorio nacional tardarán mucho tiempo en superarse. No será fácil que miles de damnificados regresen a sus casas porque fueron desaparecidas de mapa por el paso de las aguas. Al dolor de perder sus viviendas, los pobladores de las zonas afectadas perdieron sus capitales modestos: ganado, cosechas, etc. Todo se perdió.
Claro, en algunos sitios, los daños fueron mayores, porque los desgajamientos de los cerros sepultaron a la población y provocaron decenas de muertes.
Hemos presenciado imágenes de desesperación de los damnificados que buscan la ayuda para dejar el aislamiento al que lo llevaron las inundaciones y los desbordamientos de los ríos y lagunas. Aunque la lluvia cayó igual en diferentes regiones, los pobres resultaron más afectados. Sus casas no tuvieron la fortaleza para resistir los embates de la naturaleza. Sus caminos, casi todos de terracería, desaparecieron.
La comunicación por tierra se anuló completamente. La ayuda sólo llegó a través de los helicópteros. Luego de varios días de lluvias y de atender a los miles de damnificados y de sepultar a sus muertos, los pobladores de Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Sinaloa, Tamaulipas, etc., esperan la ayuda para iniciar una nueva vida.
En esas condiciones, México iniciará su reconstrucción con un cúmulo de experiencias que nos han dejado las tragedias derivadas de los huracanes.
La experiencia que nos dejaron la tormenta tropical “Manuel” y el ciclón “Ingrid” tendrá que aprovecharse al máximo para que no se registren tragedias de dimensiones mayúsculas.
Alguien dirá que no se puede contra la fuerza de los fenómenos naturales. De acuerdo. Sin embargo, sí se pueden disminuir los daños, los estragos que producen las precipitaciones pluviales. De ahí, que la reconstrucción de México deberá partir después de un análisis profundo, meditado y práctico para que no volvamos a ser víctimas de los fenómenos naturales.
Tendrá que realizarse un plan de reconstrucción en el que participe toda la sociedad y todos los niveles de gobierno, para que con la experiencia de todos, surjan leyes, normas, reglamentos y proyectos urbanos que nos protejan de los ciclones.
Será indispensable la aplicación de políticas en materia ambiental, que deben existir, pero se encuentran muy lejos de aplicarse. Este será un tema fundamental para un ordenamiento ecológico. Ya no más permisos para las empresas que construyeron viviendas en los lechos secos de los ríos o en casas levantadas a las orillas de los lagos o ríos. Se deberá supervisar también la calidad de las carreteras, para comprobar la calidad de sus materiales. Por supuesto, va incluida la resistencia de los puentes al paso de los ríos. Ya no deben ser destruidos como si fueran de papel.
Se deben revisar los asentamientos humanos instalados en los pasos de los ríos. A la fecha, son miles de casas que se encuentran en riesgo de ser devoradas por el agua. Acapulco sigue amenazado por las inundaciones. En general, el gobierno tendrá que partir de cero en la reconstrucción de México con mayor dedicación a la política ambiental. Se deberá partir con bases sólidas sin importar el tiempo que se tarde en elaborarlas.
Una cosa quedó muy clara: la población debe contar con medidas preventivas para evitar daños como los registrados en Guerrero y en varias entidades.
En esa labor todos los mexicanos debemos participar para promover planes preventivos definitivos. No se permitirá que por omisión, negligencia o incapacidad en cada temporada de ciclones los pobres son cada vez más afectados, en sus vidas y en sus propiedades. En espera de mejores tiempos, lo que importa en el presente es brindar nuestro apoyo a los damnificados que viven horas amargas. Todo lo que se les pueda enviar: agua, víveres y alimentos serán insuficientes.